Así era la vida entre los indios onas y las yaganes, en las Tierra del Fuego, hasta que una día los hombres mataron a todas las mujeres y se pusieron mascaras que las mujeres habían inventado para darles terror.
Solamente las niñas recién nacidas se salvaron del extermiño. Mientras ellas crecían, los asesinos les decían y les repetían que servir a los hombres era su destino. Ellas lo creyeron. También lo creyeron sus hijas y las hijas de sus hijas.
Eduardo Galeano
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